Clase Teórica- Ficha Pedagógica
Cátedra: Cultura y Subjetividad
Profesores: Susana Copertari y Carlos Nuñez
La construcción de la noción de sujeto en el contexto de la Praxis: algunas reflexiones histórico-antropológicas, para poder analizar la problemática de las prácticas etnocéntricas. Sujeto y construcción social de ciudadanía en educación. Cultura y subjetividad en el marco de las políticas culturales y educativas. Una mirada desde el paradigma de la complejidad.
Nuestra época nos confronta con crisis y desafíos que exigen replantear la relación con el mundo, el conocimiento y nosotros mismos. Esto conlleva repensar las categorías de análisis con que afrontaremos las transformaciones que nos permitan ser de otro modo. Tal como afirma Violeta Guyot en su trabajo sobre “Educación, Cultura y Subjetividad (2004: 21), “el concepto de sujeto, es una de las claves para pensar la cultura y la educación”, “tal como lo hemos heredado de las modernas tradiciones el pensamiento fue sufriendo una serie de mutaciones a fines de siglo XX, a partir de un pensamiento emergente en las ciencias naturales, en la filosofía y las ciencias sociales. En ese sentido, Ilya Prigogine y Michel Foucault aportan nuevas miradas para pensar las condiciones de posibilidad de la cultura en la educación actual”. “El problema del sujeto ocupa un lugar central en el campo educativo, desde una perspectiva general de la educación, como del aprendizaje, la enseñanza, el conocimiento, y la ética. Es por ello que en el pensamiento filosófico se encuentra como una constante pero que es abordada desde diferentes perspectivas” . “Desde la antigüedad hasta hoy encontramos la inquietud que se dirime entre la naturaleza y la espiritualidad, el sujeto y el objeto, la sociedad y el individuo, lo humano y lo subjetivo, el sujeto de conocimiento y el sujeto moral, el sujeto pasivo frente al mundo y el sujeto creador, el sujeto objeto y el sí mismo, el sujeto y el otro”, plantea Guyot (2004:22) y continua diciendo que “gran parte del despliegue del pensamiento filosófico a partir de la modernidad ha girado sobre diferentes modos de entender el sujeto y las diversas formas de subjetividad, en una red de significaciones que dicen del acontecimiento, la contingencia, la lucidez, el inacabamiento del pensamiento frente al deseo de verdad y de las propias condiciones de ese pensar en las diferentes coordenadas de las situacionalidades históricas. “
Las ciencias del hombre emergieron en el siglo XIX a la luz del surgimiento de las Ciencias Sociales que debieron posicionarse frente a la cuestión del sujeto para satisfacer la exigencia epistemológica positivista y garantizar el “conocimiento objetivo” en cada uno de sus campos disciplinares, presentando un abanico de problemas a la reflexión filosófica.
La cultura como objeto de la Antropología y la educación como objeto de las Ciencias de la Educación, fueron construidas y pensados con procedimientos metodológicos provenientes del campo de las ciencias naturales y sometidos a criterios de validación y legitimidad determinados por esas prácticas científicas.
El problema de la subjetividad debía ser desocultado epistemológicamente y en la segunda mitad del siglo XX la ciencia objeto de la nueva filosofía establecerá explícitamente los criterios de demarcación, los requisitos lógicos y empíricos para acceder al conocimiento científico. La ciencia será entendida como resultado, como teoría justificada y reclamará como instrumento de análisis y formalización el aparato proporcionado por las lógicas no aristotélicas creadas a fines del siglo anterior. La distinción entre contexto de descubrimiento y contexto de justificación vino a resolver el problema del sujeto en términos de una exclusión de amplio alcance con lo que se garantizará la objetividad, la neutralidad y la validez universal del conocimiento científico.
Sobre las ciencias humanas este fenómeno produjo una de las mayores paradojas del conocimiento que intentaba dar cuenta de un fenómeno humano (desde el punto de vista biológico, social, psicológico, histórico, político, educativo, económico...) excluyendo aspectos constitutivos del mismo, tal vez el más notable, relativo a la libertad y la multiplicidad de problemáticas vinculadas a ella, incompatibles con el modelo determinista fundante de la ciencia moderna. (Guyot, 2004:22)
Frente a la pregunta de quiénes somos y como hemos llegado a ser lo que somos, nos pone tras la pista de nuestra constitución como sujetos en la compleja trama de significados y significaciones. La posibilidad de poder constituirnos en sujetos pensantes nos hace reflexionar sobre la importancia que adquiere la educación y el proceso de escolarización de los sujetos como estructura constructiva de los procesos de subjetivación y enclave de la temporalidad, ya que la educación y la cultura podrán emprender la tarea superadora de instalar otras condiciones de existencia para los seres humanos frente a las crisis de este nuevo siglo, con esta nueva idea de un sujeto que tiene la posibilidad de dejar de ser lo que otros hicieron de él, como primer acto de voluntad liberadora en un contexto histórico contra las formas más diversas de explotación y dominación, en síntesis de sujeción y sumisión de la subjetividad.
Esto implica poner en acción estrategias que nos permitan repensar nuestra relación con el conocimiento, la relación entre teoría y práctica (praxis), y la recuperación del sujeto ético capaz de transformarse a sí mismo y transformar a otros.
Como afirma Stolkiner, A (1997), tomando una cita de Negri, I: (1992:36) Entendemos por sujeto un “ser común y potente “que se forma en el proceso histórico. Ser común, porque está compuesto de las necesidades comunes de producción y de la reproducción de la vida. Ser potente, puesto que rompe continuamente estas necesidades para determinar innovación, para producir lo nuevo y el excedente de vida. El sujeto es un proceso de composición y recomposición continua de deseos y actos cognoscitivos que constituyen la potencia de la reapropiación de la vida “...
Para poder comprender la problemática que venimos planteando se hace necesario hacer un recorrido histórico por las diversas concepciones que se han ido configurando en términos de indagaciones filosóficas.
Las culturas y las llamadas civilizaciones a lo largo de la historia de la humanidad, se han representado y simbolizado su concepción de la naturaleza humana, reconociendo semejanzas y diferencias respecto de los dioses, los animales, las plantas y otros seres que inanimados o abióticos. Estas fueron representadas y simbolizadas a través del arte, los mitos, las leyendas y las religiones, entre tantas otras expresiones humanas.
Las representaciones que expresan al ser humano y los conceptos que tratan de explicarlo han variado con el paso del tiempo. En la Antigüedad., los filósofos consideraban que el ser humano ocupaba un lugar subordinado respecto de los dioses, pero ya hacia fines del siglo XVI, los pensadores renacentistas ubicaron al individuo en el centro de sus preocupaciones.
No debemos olvidar que durante el Renacimiento europeo, aproximadamente entre el 1350 y el 1550, se produjo una revolución de renovación intelectual y artística. Una de las innovaciones más importantes fue la teoría heliocéntrica de Nicolás Copérnico (1473-1543), que provocó un cambio fundamental en la concepción del lugar que ocupa el ser humano en el Universo, provocando un rechazo profundo y silenciador de esta teoría en el seno de la Iglesia Católica. (Época de la Inquisición).
Galileo Galilei, fue otra víctima de estas prácticas persecutorias eclesiásticas, cuando corrobora la teoría copernicana, ayudado por la técnica y la tecnología.
Las transformaciones en la concepción del ser humano se aceleraron en el siglo XVIII, debido a la rapidez con la cual se produjeron los cambios económicos , políticos y sociales que llevaron a que los seres humanos se preguntaran más intensamente y sistemáticamente sobre ¿ quiénes eran, de qué modo conocían, se relacionaban, y cuál era su concepción del mundo?. Las revoluciones productivas y sociales de este siglo, principalmente en Francia e Inglaterra dan cuenta de ello.
Con la Revolución Industrial, surge la Antropología Filosófica, que permitirá reflexionar acerca de estos planteamientos, como una disciplina específica de la filosofía, que a finales de la segunda mitad del siglo XIX, con la expansión de las naciones europeas por todo el planeta , el interés por las formas de relación con los pueblos colonizados y las culturas particulares y a la luz de la Teoría Evolucionista de Darwin, favorecerá el surgimiento de la Antropología Científica, como ciencia del hombre, tomando de prestado el método científico de las Ciencias Naturales.
La llamada “civilización occidental” moderna, a la que pertenecen los pueblos americanos, se constituyó mediante la influencia de dos tradiciones culturales, con concepciones diferentes del ser humano: la tradición greco-latina, por un lado y por el otro la tradición judeo-cristiana
Cultura Greco-Latina: Según Tauber, R y otros esta cultura comprende las civilizaciones griega y romana, cultura donde la realidad se representaba como un cosmos, es decir, como un conjunto compuesto por todas las cosas ordenadas de manera armónica y bella.
Esta concepción sostiene que los seres humanos y las cosas no están uno al lado del otro de manera desordenada, sino que integran un conjunto sujeto a poderes o fuerzas naturales que les imprimen un orden. El cosmos está ordenado jerárquicamente, es decir, hay seres más perfectos que otros, hay seres superiores e inferiores. Los menos perfectos están subordinados a lo más perfecto y superior. Los superiores mandan y los inferiores obedecen. Los dioses son superiores a los hombres y mandan sobre ellos, como los hombres que son superiores están por encima de los animales y mandan sobre ellos.
Las fuerzas que gobiernan el cosmos componen lo que los griegos llamaban Destino o Moira, desde este lugar y para los romanos también, todos los seres estaban subordinados al Destino: no solamente las cosas naturales y los hombres, sino también los dioses, la diferencia entre los dioses inmortales y los seres humanos mortales, era que los primeros conocían el destino y los hombres lo padecían, sólo conocían el curso de los acontecimientos a medida que lo iban sufriendo.
El cosmos es eterno, no tiene comienzo ni origen; es, siempre fue y siempre será. Ningún ser está más allá de él, puesto que lo incluye todo. El orden cósmico rige sobre todos los seres que lo integran.
Esta representación de la realidad ha estado expresada en los mitos, el arte y las religiones, pero no hubo un pensamiento sistemático sobre el lugar del hombre en el cosmos, hasta que aparecen los primeros filósofos, en el siglo VII, aproximadamente, antes de cristo. Es en ese momento, que los pensadores buscan comprender el ser de todas las cosas que forman parte del cosmos, fundamentalmente, aquellas sobre las que se basan todas las demás. Agua, tierra, átomo, etc, fueron uno de los tantos elementos pensados.
Los griegos veían a las personas dentro de un marco más amplio relativo al ser en general, ya que para ellos la filosofía era el pensamiento acerca de todos los seres. Seres que conforman grados de un mismo ser, sujetos al mismo orden y las mismas leyes del Destino.
El ser humano era concebido como un ser particular entre otros seres, sujeto al mismo orden y a las mismas leyes, ocupaba un lugar dentro del cosmos, superior a los animales e inferior a los dioses. Creían también que las leyes cósmicas no habían ido creadas ni por los hombres ni por los dioses, pero que regían sobre ellos como sobre el conjunto de la naturaleza, pensaban que los mandatos de los dioses, las normas que rigen la vida de los hombres y las leyes naturales que determinan el curso de la naturaleza, están sujetas al Destino, que rige el conjunto de todos los seres existentes.
De este modo si todos los seres estaban sujetos al Destino y si estas leyes ordenaban que lo inferior se subordina a lo superior entonces, también las comunidades humanas debían respetar este orden natural de las cosas, entendiendo a la comunidad, como un microcosmos.
Estaban subordinados al orden superior como individuos y como miembros de una comunidad, fuera de ese orden, dejaban de pertenecer a la especie humana. Esta es la razón por la cual para un griego era preferible la muerte al destierro: el muerto seguía formando parte de una familia en la que se le rendía culto, pero el desterrado dejaba de ser parte de la humanidad, era un excluido de la comunidad. Por eso Aristóteles decía que un hombre que no necesita de su comunidad es un dios o una bestia, o sea, es un ser superior al hombre o un ser inferior al hombre, pero nunca un hombre.
La concepción del ser o de la realidad en esta tradición es monista, porque hay un solo ser que tiene diferentes gados y jerarquías, los que están sujetos a un solo orden, por lo tanto para esta cultura, la representación de la naturaleza humana es, por lo contrario, dualista, ya que el hombre es un compuesto de dos elementos diversos: el alma (psique) y el cuerpo ( soma ). El alma es de naturaleza simple, aquello que no puede ser separado en elementos y por ello no puede disolverse, corromperse, descomponerse, por lo tanto incorruptible e inmortal. El cuerpo es algo compuesto, porque puede ser dividido en partes o elementos más simples y por ende puede descomponerse y morir. Las almas, como simples e inmortales, pueden incorporarse sucesivamente a distintos cuerpos y separarse de estos al producirse la muerte.
Los griegos y los romanos creían en la reencarnación de las almas, es decir, que las almas inmortales encarnaban sucesivamente distintos cuerpos. El alma es superior al cuerpo, se asemejaba más a los dioses, mientras que el cuerpo a los animales.
Aristóteles en su obra la Política expresaba que ... “ Resulta evidente que es conforme a la naturaleza y provechoso para el cuerpo someterse al alma, y para la parte afectiva ser gobernada por la inteligencia y la parte dotada de razón, mientras que disponerlas en pie de igualdad, o al contrario, es perjudicial para todos... (...) Del mismo modo es necesario que suceda entre todos los humanos. Todos aquellos que se diferencian entre sí, tanto como el alma del cuerpo y como el hombre del animal, se encuentran en la misma relación. Aquellos cuyo trabajo consiste en el uso de su cuerpo, y esto es lo mejor de ellos, éstos son, por naturaleza, esclavos, para los que es mejor estar sometidos al poder del otro.(...) Está claro que, por naturaleza, unos ( hombres ) son libres y los otros esclavos. Y que a éstos les conviene la esclavitud, y es justa “.
Desde esta concepción y pensando en el concepto de “ igualdad “ y “diferencia” sabemos que basándose en estas observaciones de las relaciones humanas, algunas personas piensan que el respeto a las diferencias naturales implica aceptación de la superioridad de unos seres humanos con respecto a los otros, es decir, la aceptación de la subordinación de unos a otros. De las diferencias naturales, sostienen, se derivan diferencias de jerarquía, de poder y de derechos. Así como también que algunos han nacido para mandar y otros para obedecer, algunos libres y otros esclavos, algunos para conducir y otros para servir, los más fuertes dominan a los más débiles.
Cultura Judeo-Cristiana: Esta cultura es la otra tradición que junto a la anterior confluyen en la constitución de la llamada “cultura occidental moderna “. El pueblo judío forma parte de la tradición semita, que conforma un grupo étnico muy amplio que incluye, a los asirios-babilónicos, los amorrheos, los egipcios, los etíopes y los árabes, entre otros.
Esta concepción se impuso a la grecolatina después de la caída del imperio romano en el siglo IV, extendiendo su influencia hasta finalizar la Edad Media y los comienzos de la modernidad en el siglo XV.
Para esta tradición Dios, es eterno, no tiene comienzo ni fin, ha creado el universo y a los hombres dentro de él. Todos los seres creados, a diferencia del Creador, tuvieron un comienzo y tendrán un fin ya que son temporales. El universo fue creado de acuerdo con un orden justo que se pone de manifiesto en el equilibrio de las partes, en el que cada ser tiene un lugar, a diferencia del Creador, los seres creados (entre ellos los humanos), son finitos y mortales. El hombre es carne viviente y, como los demás seres vivos, mortal.
Para los semitas el alma no es, como para los griegos, un principio simple e inmortal, independiente del cuerpo, sino que es lo que da aliento o vida, lo que anima al viviente. El alma es inseparable del cuerpo El que muere es el hombre viviente, por esta razón, los semitas esperan la resurrección de los muertos, no la resurrección de las almas .Los semitas egipcios embalsaman a sus muertos para esperar la resurrección.
La tradición judeo-cristiana tiene una concepción monista de la naturaleza del hombre, a diferencia de la anterior, porque concibe al ser humano como una unidad indisoluble y no como dos principios separables (alma inmortal y cuerpo mortal)
Para esta tradición, el universo aparece atravesado por dos sentidos opuestos: por un lado, el orden y la justicia con la que Dios creó a todos los seres humanos y, por otro lado, el pecado y la injusticia que los humanos introdujeron al mandato de Dios con su desobediencia, la realidad entonces es dual, porque está atravesada por dos sentidos distintos y opuestos. La desobediencia del hombre al orden divino trajo el desorden y la injusticia en la armonía de la creación. La Biblia llama pecado a la desobediencia del hombre y reflexiona sobre la injusticia y la opresión entre los seres humanos, que no pudieron haber sido originadas por Dios.
La “Cultura” Moderna Occidental: El mundo cristiano medieval era un universo ordenado que se sostenía sobre la bondad y protección de Dios, creador del universo y redentor del pecado. El ser humano “moderno rompe con ese ordenamiento, ya que se fue persuadiendo cada vez más de que podía y debía contar con sus propias fuerzas, que podía ser el sujeto de su propia historia, que no estaba inmerso en un orden que lo trascendía, sino que era capáz de edificar su propio orden, disponiendo de la naturaleza y de la sociedad para alcanzar sus metas.
La época moderna se inicia en Europa hacia fines del siglo XV con una profunda crisis en la que las creencias antiguas fueron reemplazadas por una nueva concepción para la cual todo lo que existe en la realidad se puede explicar por la razón. De esta manera, el ser humano comienza a ocupar un lugar fundamental y, como tal, se convierte en el objeto básico de reflexión porque de él dependen todos los demás. Es por esta época en que la Antropología Filosófica adquiere una dimensión central en la reflexión y el conocimiento de la realidad.
Lo que caracteriza a la modernidad es la confianza en las capacidades naturales de la razón, de la voluntad y de las fuerzas puramente humanas para orientar la convivencia social y resolver sus conflictos. Todas las concepciones modernas de la naturaleza humana comparten estas convicciones, aunque difieran en las características esenciales que atribuyen al ser humano.
Durante los últimos cinco siglos se sucedieron diversas concepciones filosóficas dl hombre, que no fueron pensadas al mismo tiempo ni en el mismo espacio, pero todas tuvieron y tienen ingerencia en el modo en que se representan a los seres humanos actualmente, cómo se relacionan entre sí, cómo se organizan para vivir en sociedad.
Los acontecimientos que marcaron esta época tuvieron que ver con estas nuevas concepciones, por ejemplo la navegación de los mares desconocidos, el contacto con pueblos de costumbres, valores y dioses diferentes, la divulgación de los conocimientos por la imprenta, la igualación de las diferencias sociales por el dinero y las armas de fuego, la invención del reloj que conduce a una noción homogénea y uniforme del tiempo, entre tantos otros significativos, llevaron a desplazar el fundamento del mundo, antes puesto en Dios, a la razón humana.
El Dualismo Cartesiano: La sociedad feudal se modificó vertiginosamente, se desarrollaron conocimientos novedosos, la Cristiandad se dividió por la Reforma Protestante (movimiento que liberó a gran parte de Europa de la obediencia del Papa), y las fraticidas guerras religiosas, derrumbaron las bases del mundo anterior. Un mundo que se encontraba en desorden, en un caos, donde el ser humano no podría encontrar su camino porque no se desarrollaron otras bases que reemplazaran la anterior.
En el marco de ese mundo caótico y desordenado, el filósofo francés René Descartes (1596-1650) se preguntó si era posible encontrar una verdad que estuviera más allá de toda duda, un conocimiento firme y seguro que pudiera servir de base para la ciencia. Luego de un fuerte cuestionamiento a todas las verdades de su época, se convenció de que, aunque fuese permanentemente engañado en los conocimientos era indudable que no podía ser engañado si no existiese.
Descubrió una verdad evidente diciendo: “Soy engañado, luego existo “. Como ser engañado es una actividad de la conciencia y como se llama pensar a las actividades de la conciencia, la verdad antes descubierta no cambia nada si se la enuncia de esta otra manera: “Pienso, luego existo “.
Descartes introdujo una pregunta clave para la Antropología filosófica: Pienso, existo, pero ¿ quién soy ?, para lo cual respondió: “Yo no soy, pues, hablando con precisión, más que una cosa que piensa, es decir, un espíritu, un entendimiento o una razón, que son términos cuyo significado antes me era desconocido”.
¿Qué es una cosa que piensa? Es una sustancia (naturaleza de las cosas, que es en sí mismo y por si mismo, lo que necesita de otro para ser lo que es), cuya naturaleza se define por las capacidades de la conciencia: el entendimiento, la voluntad, las pasiones y los sentidos. El cuerpo es, desde este lugar, algo exterior al ser pensante, porque si el ser humano se define por el alma o la conciencia, ¿cúal sería la relación del alma con el cuerpo? Descartes dice: “tengo un cuerpo “, “estoy alojado en mi cuerpo, como un piloto en su barco “. El cuerpo es algo distinto del alma. El alma tiene cuerpo, está alojada en el cuerpo, conduce el cuerpo como el piloto del barco.
Con Descartes, ya no se piensa al ser humano como única sustancia compuesta de cuerpo y alma, se lo concibe como la unión de dos sustancias: cuerpo y alma. El hombre ya no es pensado como una sustancia única en la que se pueden distinguir funciones como la inteligencia, la voluntad o la imaginación, sino una conjunción de dos cosas distintas.
Este dualismo en la concepción del hombre ha influido profundamente en la tradición occidental, para pensar al sujeto, al conducir a una sobrevaloración de la razón y de la conciencia en contraposición a lo corporal, o lo sensible, a lo afectivo y a lo pasional. La conciencia se transformó en algo valioso y el cuerpo resultó despreciado y reprimido.
Desde el comienzo de la modernidad, podemos decir que los filósofos sostuvieron que las diferencias naturales que existen entre los seres humanos (como, por ejemplo, las de fuerza e inteligencia) no justifican una desigualdad en los derechos. Nadie puede tener un derecho natural a algo que cualquier otro no tenga también, y es por ello que aparecieron pensadores a favor de que: “todos los seres humanos son naturalmente libres e iguales”, producto de los procesos revolucionarios europeos acontecidos durante el siglo XVII y XVIII, en Inglaterra y Francia principalmente.
Pensadores como John Locke (1632-1704) y Jean Jacques Rousseau (1712-1778), propusieron una explicación de los hechos sociales basada en un estudio sobre la naturaleza humana diferente a la de Hobbes (1588-1679). Este último concibió una Antropología muy diferente a la cartesiana, en su obra titulada Leviatán, realiza una investigación detallada de la naturaleza del hombre, donde de algún modo le opone al sujeto pensante de Descartes, el sujeto de la necesidad, típico de las sociedades con el modo de producción capitalista, puesto que estudia los elementos más simples del cuerpo humano para conocer cómo funciona su fisiología, sus capacidades, los sentidos, la imaginación, el lenguaje, la razón, concluyendo que el ser humano es una realidad única e indivisible, en la que lo que suele llamar el alma o espíritu no es más que el nombre de un conjunto de funciones internas del cuerpo como, por ejemplo , la inteligencia, la imaginación o la conciencia. El cuerpo, es motivado por un principio hedonista, que consiste en la búsqueda del placer y la huida frente al dolor.
Concluye diciendo que el cuerpo del ser humano está orientado a la conservación de la propia vida al igual que el resto de los animales. Pero los recursos naturales necesarios para la subsistencia son escasos e insuficientes para todos, lo cual lleva a que cada hombre sea potencialmente un enemigo para los demás, porque si dos individuos necesitan los mismos recursos para sobrevivir y no hay suficientes para ambos, necesariamente lucharán entre sí. Este enfrentamiento por la subsistencia deriva en un estado de guerra universal de todos contra todos. Todos y cada uno de los otros hombres son una amenaza potencial para la existencia de cada individuo, porque todos necesitan y desean las mismas cosas, las que no son suficientes para todos, (deseo de auto -conservación como tendencia dominante).
Locke y Rousseau sostienen que los seres humanos son iguales en derechos, piensan que los seres humanos son naturalmente libres, pero que esto no significa que tengan derecho a todo en función de la auto-conservación, porque la libertad está sujeta a la ley natural que manda a los seres humanos respetar a los otros, que son igualmente libres. Sin esta conciencia se perdería la condición de ser humano y libre. La libertad no debe estar sujetada al deseo o a la tendencia natural sino a la libertad de los otros seres libres. Si cada uno obedeciera voluntariamente la ley de la conciencia que manda respetar la libertad de los demás, la libertad de cada uno sería compatible con la de los otros, sin que fuera necesario que el poder superior, por ejemplo del Estado obligara a todos bajo amenaza de castigo. Esta conciencia de la libertad es esencial para el ser humano, ya que la libertad de decidir y actuar con independencia de los impulsos, los deseos, las pasiones, los instintos o cualquier otra tendencia natural, ya que es el único animal que puede obrar contra las tendencias naturales o con independencia de ellas. Es el único que puede sacrificar su propia vida para defender la libertad de los otros y no tan solo para salvar la vida de otro al que ama o desea, como hacen también los animales.
Durante el siglo XIX, cuando el modo de producción capitalista e extendía por todo el mundo, comenzó a percibirse que los Derechos del Hombre expresados en las constituciones y garantizados por el Estado no eran suficientes para asegurar libertad de los seres humanos. Los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, que habían guiado a los revolucionarios franceses, no se habían realizado para todos, sino para unos pocos. Algunos filósofos, entonces volvieron a plantear la pregunta por la naturaleza del hombre. Según Inmanuel Kant (1724-1804), los individuos no son libres si no aceptan el reino del derecho, que es lo mismo que decir el reino de la justicia o de la libertad.
Este filósofo prusiano afirma que el valor moral de las acciones humanas se determina por el motivo, es decir, por aquello que impulsa a los hombres a actuar, por lo que mueve a hacer lo que hacen. Cree que los seres humanos poseen una dignidad superior a la delos seres naturales porque son libres, es decir, porque no están determinados en su acción por las leyes de la naturaleza, como el instinto. Los seres humanos son superiores a otros seres, precisamente porque poseen el atributo de la libertad. Es en este sentido, que el sujeto moral está por encima de la naturaleza, puesto que la acción no está determinada por ella, sino sólo por el fin universal al que Kant llama “deber”. El deber es un imperativo, porque manda al hombre comportarse de determinada manera y porque no depende de circunstancias históricas o culturales particulares, ni siquiera de los resultados o de la obra efectivamente realizada. La moralidad consiste en seguir el deber por el deber mismo. Por esta razón, para Kant, solo una regla universal es moral. El ámbito delo ético es, al mismo tiempo, el de la ley moral universal (formal), y el de la libertad.
La Critica de Hegel: El filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831) sostiene que la historia es las sucesión de las etapas que recorre la Razón. La Razón tiene para él un significado sustancialmente diferente a la razón d los anteriores pensadores, por eso se escribe con mayúscula. Aplica a la Razón diversos nombres, como la Idea, el Espíritu o finalmente, Dios.
La Razón no es meramente la facultad de pensar, que llevó a los individuos a suscribir un contrato social para evitar la guerra de todos contra todos. La Razón es la fuerza o un principio que determina todo lo que existe en el universo. Se parece ala noción d Dios todopoderoso de los religiosos. Pero la Razón no es inmutable como Dios, va cambiando a lo largo del tiempo: cada vez es más ella misma.
Carlos Marx (1818-1883 ) y la Alineación: Para este filósofo y militante revolucionario, lo esencial de los seres humanos no es la razón, como creía Descartes, ni la conciencia de la libertad, como suponía Rousseau, en su concepción la principal condición humana es el trabajo.
Reconocía que los seres humanos tienen necesidades físicas. Para satisfacerlas, se relacionan con la naturaleza, pero no toman de la naturaleza lo que necesitan, como los animales que recogen los frutos al pie de los árboles o se refugian en las cuevas, los humanos producen sus propios medios de subsistencia: habitan en un mundo natural y social.
Marx llamaba trabajo a la actividad por la cual el ser humano transforma la naturaleza, utilizando determinados medios de producción, a través de este proceso se realiza a sí mismo, convierte en algo objetivo su creatividad., pero ese trabajo no hubiera sido posible si no hubiera puesto una cosa de sí: la intención conciente de hacer algo y un método para llevarlo a cabo.. Realiza un plan pensado por él, es decir, se realizó a sí mismo.
Pensado de otro modo, el trabajo es la forma de realización del ser humano. Se objetivan (es decir ponen fuera de sí su capacidad creadora), mediante el trabajo, pero no aislados sino socialmente. La producción humana es social.
En la sociedad capitalista, con la división del trabajo, los trabajadores que no son dueños de los medios de producción (sino los capitalistas), sólo venden su fuerza de trabajo y así no se reconocen en los productos, ni participan de la programación del propio trabajo. El producto de su trabajo les parece extraño, ajeno. Este es el trabajo alienado, que lo convierte en un “sujeto alienado”.
Marx llama alineación al proceso por el cual el producto del trabajo humano se convierte en extraño para los sujetos trabajadores que lo han producido. Es un trabajo que, a la vez de humanizar, deshumaniza. Por lo tanto, lo disminuye como ser humano, lo enajena y lo priva de sus facultades creadoras.
Desde este lugar Marx, habló de la conciencia como producto social, como una representación dependiente de las relaciones materiales de producción y deformada por los intereses de clase.
Friedrich Nietzsche (1844-1900): Los efectos de la Revolución Industrial, provocaron la reacción de un movimiento cultural de vasto alcance conocido como Romanticismo. Este fue un movimiento en primer lugar artístico surgido en la primera mitad del siglo XIX, que exaltó el individuo y una vuelta a la naturaleza. A la par, los países europeos buscaron su propia identidad colectiva, lo que hizo surgir los nacionalismos. Los románticos defendieron los sentimientos y las pasiones contra la preponderancia de la razón, la vuelta a la naturaleza contra la artificialidad de la vida urbana, el individualismo contra la masificación social, el arte contra el avance de la ciencia y la técnica.
El filósofo alemán expresa las vivencias principales del Romanticismo, cuando advierte que esa forma de existencia, a la que parece condenado el europeo de siglo XIX, (concepción de sujeto humillado), es síntoma de una vitalidad decadente y enferma.
Para este pensador la vida es superación, creación, la prueba es la evolución natural, que muestra que todos los seres vivientes han ido creando especies superiores, con la sola excepción de los humanos. Esta sociedad no busca superar al hombre sino conservarlo y en esta búsqueda de auto-conservación se expresa un signo de estancamiento en la evolución de la vida.
Piensa que la vida es solo un escalón más en la evolución. Como Marx, cree que lo que caracteriza al ser humano es la actividad libre y creadora, pero a diferencia de este, no cree que ese tipo de actividad pueda ser realizada por cualquiera. La vida para él es heroísmo, es lucha en pos de los grados más altos alcanzados hasta ahora.
La idea de superhombre, la tiene sólo para algunos genios, santos o héroes, porque pueden ejercer su libertad creadora. La idea de lucha solitaria del individuo genial contra el rebaño de los mediocres.
Este pensador según García Canclini, N, (2004), desmitificó mediante su genealogía de la moral la falsedad de los valores consagrados por la cultura europea, ya que reveló bajo su aparente superioridad, la decadencia.
¿Crisis del Sujeto y Post-modernidad?
En las últimas décadas del siglo XX se desarrolló una corriente de pensamiento crítico de los valores centrales del Iluminismo, movimiento cultural, también conocido como ilustración, que se desarrolló durante el siglo XVIII. Promovió relaciones sociales y políticas igualitarias sustentadas en la razón. Su crítica al poder absolutista monárquico inspiró la Revolución Francesa y las revoluciones independentistas americanas.
Uno de sus representantes más notorios es el filósofo francés Michel Foucault, quién cuestionó la noción de sujeto y de subjetividad.
Foucault muestra que el iluminismo impuso una idea de la naturaleza humana, en la que ser humano significa ser un sujeto racional, varón, blanco, europeo, ilustrado. Esta idea excluye de la humanidad a todos los que no se sujetan a este modelo.
Para entender su planteo es necesario tener en cuenta que cada sociedad desarrolla los valores y las normas que definen su modo de ser. Las sociedades de algún modo construyen a los individuos que necesitan para desarrollar sus fines, a la vez que excluyen a los que son perjudiciales para sus intereses.
La sociedad considera ciertos comportamientos como normales y los premia y por el contrario juzga como anormales, determinadas conductas. Los sujetos, entonces, son normados por las sociedades, en el doble sentido de que les impone normas y también normaliza, los unifica bajo ciertos criterios. Foucault considera que el humanismo iluminista promueve este modelo de hombre, este sujeto sujetado.
Acepta los resultados dela teoría psicoanalítica, que mostró que lo que motiva las acciones de los individuos no es lo que ellos creen, piensan o saben, sino ciertas fuerzas instintivas inconscientes, que no pueden ser controladas por la conciencia ni reducidas a ella. Los descubrimientos de Sigmund Freud (1856-1939 ), sugieren que la conciencia es solo un pequeño fenómeno de superficie, por debajo del cual se oculta la realidad profunda de lo inconsciente, (sujeto de deseo) mientras que gran parte de las corrientes modernas de pensamiento habían considerado que lo que caracterizaba al ser humano era el pensamiento, es decir , las ideas concientes. (sujeto escindido )
Para Foucault, las sociedad equivocó el camino, si en la modernidad el hombre luchó por liberarse de toda esclavitud y sujeción valiéndose de las capacidades del pensamiento y de la conciencia, ahora los hombres se han dado cuenta de que esa pequeña libertad de la conciencia los mantiene esclavizados porque reprime las fuerzas creativas y liberadoras de lo inconsciente..
Para él no basta con haberse liberado de los gobiernos despóticos, como sugiere Rousseau, ni de la explotación en el trabajo, como propone Marx, es necesario liberarse también de los modelos humanos impuestos por las creencias de la época. En lugar de crear un modo de ser humano propio de cada uno, como quería Nietzsche, los hombres están aceptando y asumiendo modelos de vida construidos por las sociedades de consumo, a cuya disciplina se sujetan voluntariamente
Reflexiones finales:
Adhiriendo a García Canclini, N (2004:152-153), en el pensamiento de los siglos XIX y XX, la inestabilidad de la noción de sujeto está originada, en gran medida por el desprestigio de la conciencia, puesto que luego de haber constituido para la modernidad, de Descartes a Hegel, el origen y fundamento de toda significación, las ciencias sociales la convirtieron en eco de determinaciones externas, un lugar sospechoso, fuente de engaños y enmascaramientos. Se nos dijo que la conciencia era reflejo o síntoma, se la juzgó un espacio ilusorio o inexistente. Si aceptamos parcialmente la reiterada afirmación de que Marx, Nietzsche y Freud inauguran el saber contemporáneo, hay que convenir que este saber se ha edificado contra la conciencia.
La obra entera de Freud estuvo dedicada a desconfiar del saber consciente, por eso comparó el proyecto psicoanalítico de descentrar al yo con la empresa de Copérnico y Darwin, cuando expulsaron al hombre del centro del universo y de la vida. Lacan propuso la tarea de derribar la tradición filosófica desde Sócrates a Hegel, que privilegió la conciencia de sí y propuso “suspender las certidumbres del sujeto”
La teoría marxista de las ideologías, la crítica moral nietzscheana y el desenmascaramiento psicoanalítico convergen para desmontar los mecanismos de simulación de la conciencia y descalificarla como fuente de conocimiento.
“Si no hay sujeto se evapora la posibilidad de que haya una acción que transforme el orden vigente y dé sentido responsable al devenir”.
La concepción de sujeto como descentrado, con distintas terminologías, ha sido parte de las tendencias teóricas desarrolladas dentro de las ciencias antropológicas y sociales, en particular desde la década de los cuarenta (S. XX). La propuesta de un actor caracterizado por una subjetividad no sólo descentrada sino disociada, intercambiable, provisional, negociable, etc, es característica de una serie de autores entre ellos Goffman.
Sin embargo, una parte de las “nuevas” propuestas sobre el sujeto fueron recuperadas por antropólogos y otros científicos sociales, y no sólo de América Latina sino en especial de EEUU, a través de autores como Foucault, Deleuze o Derrida.
Foucault, M, reconoce que las luchas de los siglos XIX y XX contra la explotación permitieron dar un gran paso en la constitución de un ser humano libre e igual, pero resultaron incompletas ya que no han logrado liberar al hombre de las normas de la razón conciente, que impone modelos e ideales de ser humano, que reprimen y excluyen las formas de vida diferentes a las de las pautas aceptadas como “normales”.
Reconoce tres tipos diferentes de dominación:
a) Dominación étnica, social y religiosa, a la que se opusieron los movimientos liberales.
b) Explotación del trabajo con condiciones injustas contra las que lucharon los movimientos de izquierda.
c) Dominación de la cultura hedonista y consumista de los medios de comunicación masivos, a las que se oponen los movimientos sociales como el feminismo, grupos ecologistas, movimientos juveniles, movimiento de homosexuales, etc).
No basta con haberse liberado de los gobiernos despóticos, sino también de los etnocentrismos que ocultan la universalización de las diferencias imponiendo prácticas etnocéntricas de unas diferencias sobre otras exaltadas por la sociedad de consumo, a cuyos modelos de vida, los hombres se sujetan pasivamente.
Con este planteo, nos lleva a pensar y reflexionar también sobre el concepto de ciudadanía y subjetividad ya que la categoría ciudadano configura un sujeto que no es unívoco ni homogéneo. Ciudadanía tiene un claro anclaje en las formas políticas del estado moderno, que hace a los derechos políticos individuales, al estado social que hace a los derechos sociales. En el estado neoliberal aparece una subjetividad antagónica con el modelo consumista, (ciudadano-consumidor), de modo tal que la lucha por el ejercicio pleno de la ciudadanía, en el sentido político y social, se convierte en un objetivo que posiblemente contribuya a la producción de subjetividad antagónica al sistema imperante hoy.
En este sentido la posibilidad de construcción de la ciudadanía se articula con la posibilidad de configuración de sujetos sociales capaces de contraponerse a la hegemonía de la lógica del mercado, desde otra ética ligada a la vida cotidiana ya que como afirma A. Heller (1985:9), no está por fuera de la historia sino en el centro del acaecer histórico: es la verdadera “esencia” de la sustancia social. Y es heterogénea, se organiza según una dimensión simbólica, temporal y espacial.
Es la matriz donde se producen las subjetividades, que hoy están dramáticamente convulsionadas, por transformaciones constantes provenientes de la naturaleza y de la condición humana. Un elemento central es la fragmentación y desagregación de los vínculos sociales preexistente. Según Alicia Stolkiner en el trabajo que venimos citando sostiene que puede afirmar que ésta, que casi es una necesidad para la concreción del proyecto de sociedad global dual, coexiste con formas incipientes y frágiles de reagregación, de reagrupamiento.
Por otro lado considera que el otro elemento de tensión permanente, es el antagonismo entre objetivación y subjetivación. (Citando a Bauman M: 1994,6) nos alerta que en una sociedad donde “los inventos y progresos parecen dotar de vida intelectual a las fuerzas materiales, mientras reducen a la vida humana al nivel de una fuerza material bruta “, que producen una fuerte crisis de tipo ético-moral.
Las primeras obras de Bauman fueron proyectos basados en la modernidad dentro del diseño de una mejor sociedad. Hacia 1970 y comienzos de la década de 1980 su atención cambió a cuestiones más generales y teóricas en relación con el papel de las ciencias sociales y cómo éstas podrían ayudar a la sociedad. El mayor cambio en la obra de Bauman se produjo a finales de la década de 1980 con la edición de una trilogía de libros (Legisladores e intérpretes, Modernidad y Holocausto y Modernidad y ambivalencia), en los que criticaba la modernidad y proponía una visión postmoderna distópica de la sociedad. Desde entonces, Aunque a Bauman se le considera un pensador “postmoderno”, su escepticismo sobre este concepto lo separa de los defensores más entusiastas del posmodernismo. Tampoco comparte la noción clásica de modernidad versus postmodernidad, argumentando que los dos coexisten como dos lados de la misma moneda, usando los nuevos conceptos de modernidad "sólida" y "líquida".
La subjetivación política, en tanto ciudadanía sólo es concebible en el sistema democrático porque los autoritarismos y totalitarismos anulan este proceso, cosificando a los sujetos sociales y las constituciones identitarias dentro del campo de la “cultura política” de identidades colectivas y procesos de subjetivación política.
Edgar Morin desde la complejidad nos alerta que la era del caos irrumpe con una concepción de sujeto plural, de un cosmopiteco (de un ser), dotado de más conciencia y de más amor, para afrontar el devenir y asumir la condición cósmica. El individuo o sujeto pluralizado, globalizado “cosmificado” sigue siendo un ser cultural, un ente maleable (criatura), flexible, fértil, que puede ser estudiado sociológica o antropológicamente, política o filosóficamente. Pero que jamás puede ser descontextualizado ( ni descontextualizarse ) porque la autonomía del ser humano emana de una gama ilimitada y expansiva de interacciones con sus semejantes. (Grimberg, M:2002,p 62-63)
El mismo autor afirma que es aquí donde Morin introduce el concepto de transdisciplinariedad como herramienta para pensar de un modo paradigmáticamente complejo (plural), sin ceder un ápice a los imperativos de la simplificación, del aislamiento.
Somos seres bio-culturales, donde cada uno de estos términos termina embuclándose en el otro, coproduciendo al otro, desde el nacer hasta el morir, pasando por el hablar, defecar, comer, copular, pensar. ( bio-psico-socio-cultural y afectivo )
Un ser humano totalmente humano porque al mismo tiempo es plena y totalmente viviente y plena y totalmente cultural. Morin sostiene que es preciso unificar el hombre razonable (sapiens), con el hombre loco (demens), al hombre productor, técnico, constructor, destructivo, mágico neurótico, gozador, crítico, mitológico, subjetivo, imaginario, inconsciente, racional, en un rostro de múltiples facetas, donde el homínido primordial se transforme definitivamente en hombre.
Grimberg, M (:2002 p.125), cuando analiza esta concepción en Morin sostiene que...” El sujeto complejo, es un conglomerado en el que la segmentación o la partición analítica para su estudio es equivalente a una mutilación al servicio de la objetualización, que tiene como consecuencia una diferenciación y una disyunción entre lo cognitivo, lo afectivo y lo expresivo. La filosofía moderna diseñó esta separación mediante la doble figura del cuerpo y del alma (la res extensa y la res cogitans)....”
Retomando el concepto de Marx podemos seguir problematizando sobre el Sujeto y la construcción social de ciudadanía advirtiendo que en el modo de producción capitalista las relaciones sociales y las posibilidades materiales de cada sujeto son desiguales, que este sistema se monta sobre las desigualdades socioeconómicas y culturales y a ellas les debe su existencia. Esta situación no debe paralizarnos, debemos continuar trabajando en el marco de los derechos humanos y la ética del diálogo y la legalidad para desenmascarar a aquellos que son funcionales al sistema. Avanzar con paso firme hacia la recuperación de la politización de la política, restaurar los lazos sociales, la responsabilidad del Estado de la “res-publica” como “cosa de todos y todas” y desplazar la democracia delegativa a la que nos sumió el modelo neoliberal de los `90, hacia una democracia participativa con proyectos que estén al servicio de la ciudadanía y de una mayor inclusión de todos y todas con una vida más digna.
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